“No todos los días son buenos, pero siempre hay algo bueno en cada día.” – Alice Morse Earl
Cuántas veces le hemos preguntado a alguien “¿cómo estuvo tu día?” y su respuesta fue “tuve un día horrible” o “estoy teniendo un muy mal día.” Todos tenemos esos días donde todo parece que va mal. Por ejemplo, cuando no encuentras tus llaves, todo se te cae al suelo, recibimos una llamada con malas noticias, llegamos tarde al trabajo, los hijos no quieren escuchar, tenemos una discusión con nuestros seres queridos… y la lista sigue.
Si nos tomamos un tiempo para sentarnos, respirar y reflexionar, podemos descubrir como incluso en esos días difíciles, hay algo positivo o una lección que aprender. Creo que cuando pasamos por un momento difícil o retador y, no aprendemos nada de el, fue una pérdida de nuestro tiempo y emociones. A través de los retos y dificultades, es que aprendemos a ser resilientes y podemos desarrollar la paciencia, compasión y empatía, así como tener una nueva perspectiva sobre una situación o ver nuestra fortaleza psicológica y emocional.
Cuando tengas un mal día, te invito a que te tomes un momento y te preguntes:
- ¿Es un mal día o un mal momento?
- ¿Qué puedo aprender sobre esta situación?
- ¿Qué tan relevante o importante va a ser esta situación dentro de un año?
Te darás cuenta que, muchas de las situaciones que nos molestan, nos ponen ansiosos o nos estresan, no son tan importantes o significativas como parecen cuando las ponemos en perspectiva. Son tan solo una gota de agua en el enorme océano de la vida.